Este 1 de julio es el “Dia del arquitecto”, pero esta vez no es tiempo de celebraciones, ya que la pandemia nos puso en un lugar totalmente desconocido e inesperado.
Muchas veces nuestra actividad ha sido víctima de los avatares económicos, políticos o sociales y se ha visto disminuida, pero nunca antes debimos enfrentarnos a la situación que las obras privadas -el fuerte de nuestro trabajo- estuviera prohibido.
Ante la sorpresa, el desconcierto y la impotencia inicial, elegimos -desde el lugar que nos toca- no quedarnos con los brazos cruzados. Por eso encaramos todas las acciones que tuvimos al alcance en defensa de nuestra matrícula. Solos, con nuestro Consejo Superior, con los Colegios Profesionales e Instituciones relacionadas con la actividad, interpelamos al poder político en diversos órdenes -con suerte dispar por cierto- en busca de soluciones para la situación de los arquitectos.
Y así como miramos hacia afuera, miramos hacia adentro y nos reordenamos para mantener el colegio en marcha y sostener la atención, el funcionamiento del CD y las comisiones, la capacitación permanente, pensando que hay un presente sombrío pero también un futuro que nos espera.
La coyuntura hizo que las políticas públicas volvieron al primer lugar de la escena, poniendo de relieve cómo la Planificación Urbana y Territorial debe atender a las diversas y heterogéneas necesidades de la sociedad, ocupándose de reparar los desequilibrios y las inequidades. Allí debemos estar los arquitectos.
El encierro y el aislamiento pusieron en valor al espacio doméstico como escenario de la convivencia forzosa del trabajo, el descanso, el ocio, la intimidad y las necesidades individuales, evidenciando las carencias de muchos de nuestros espacios de vivienda, concebidos con una mentalidad mecanicista y visión solo de mercado. Allí debemos estar los arquitectos.
La movilidad de proximidad, mostró también la imposibilidad de muchos de acceder a equipamientos y servicios básicos diversos en la escala local. Allí debemos estar los arquitectos.
Si una lección nos deja este delicado momento, es que las cosas pueden cambiar y que es necesario adaptarse, ya que el futuro no será seguramente igual al tiempo que conocimos y demandará de nuestra capacidad creativa y oficio profesional para dar respuestas a las necesidades de la sociedad.