Los anuncios oficiales del día viernes, si bien representan un paso adelante en algunas condiciones, poco aportan a la esperada normalización del contexto profesional, laboral y productivo ligado a la industria de la construcción, específicamente en la Región del Gran La Plata.
Resulta inocultable la sensación de decepción, que no está ligada íntegramente a la problemática sanitaria que no se puede ignorar, sino al lugar que se nos concede como partícipes del conglomerado AMBA, desconociendo no solo características diferenciales en cuanto a las actividades, interacciones e idiosincrasia, sino también las políticas y sociales ligadas a su rol de capital provincial y polo de influencia por fuera del conglomerado metropolitano.
Ya desde el CAPBAUNO señalamos oportunamente que si bien somos un distrito heterogéneo y con significativa población estable y circulante, las condiciones predominantes urbano-ambientales no se compadecen con las que caracterizan al conjunto del AMBA ni la convierten en parte definitiva de la “conurbación” que rodea a la capital del país.
Nuestra ciudad, que naciera precisamente como un paradigma del urbanismo “higienista”, definitivamente no comparte con aquella ni los trazados, ni las dinámicas de movimiento de los centros de transferencias de transporte público, ni los grandes espacios que congregan multitudes y que representan un escenario de alto riesgo epidemiológico.
Incluso, el Parque Pereyra Iraola ofrece una suerte de “freno” a la fusión del tejido urbano local, con las localidades vecinas.
Y no menos importante que las condiciones ambientales es la impronta política de la ciudad, que ha perdido paulatinamente jerarquía, independencia y poder de decisión, quizá de la mano de gobernantes provinciales oriundos de la capital y más proclives a la visión centralista.
La Plata es la capital provincial y en ella se centra la mayoría de las actividades administrativas y de gobierno, siendo la sede de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, región contenedora de explotación frutihortícola de excelencia y otras tantas actividades productivas, además de escenario de innumerables actividades académicas, sociales y culturales.
Las últimas decisiones gubernamentales, dieron lugar a que una vez más, la obra privada de la construcción quedará postergada en nuestra Región. Poco importan la cantidad de argumentos exhibidos en cuanto a las características del trabajo –fundamentalmente en espacios al aire libre o muy ventilados- y la autonomía generalizada de movilidad de su mano de obra -que se transporta mayormente en medios propios o de las empresas y con muy poco aporte de operarios de otras jurisdicciones-.
Así esta coyuntura no hizo más que poner en evidencia la no-pertenencia de nuestra ciudad a esa construcción abstracta denominada AMBA, ya que aun con niveles de contagio inferiores, menor aceleración de transmisión del virus y mayores posibilidades de respuesta sanitaria, las decisiones políticas la dejaron atrapada en un nivel de restricciones que interpretamos injustificado, especialmente para las labores asociadas a la construcción.
Esperábamos de nuestras autoridades locales una presión más firme -utilizando los argumentos descriptos para diferenciarse-, orientada a visualizar los rasgos diferenciales de nuestra Región y aplicar medidas más ajustadas a nuestra realidad, y en ese contexto volver entre otras actividades a las obras, adoptando el protocolo particular elaborado desde las organizaciones empresariales, sindicales y profesionales vinculadas y aplicado con éxito en muchos lugares del país.
Por eso el Plan Estratégico La Plata 2030, puede –y debe- a su vez ser una gran oportunidad para visibilizar estas circunstancias y potenciar la solución a las necesidades de la Región, con una visión local tendiente a posicionar, fomentar y fortalecer en forma permanente su autonomía funcional, protagonismo y competitividad económica.